viernes, 2 de mayo de 2008


Hernán Cortés emprendió el viaje hacia Tenochtitlán, flamante capital del imperio.La tropa de Cortés estaba compuesta por:400 españoles y 200 indios, armada de manera tan precaria que en Europa no hubiera conseguido conquistar ni un fortín de tercera mal guarnecido: 16 caballos, 13 mosquetones, 10 cañones de bronce y 4 cañones ligeros. Los aztecas eran un pozo de sorpresas. Pretendían deshacerse de los hombres de Cortés con una trampa. Cavaron pozos ocultos en las calles, en cuyos fondos instalaron estacas afiladas. El plan era que, al pasar la caballería, el arma más temida, cayesen los jinetes en las fosas, desgraciando de paso sus monturas. Neutralizados los caballos, los guerreros de Cholula atacarían al resto y los harían prisioneros, para sacrificarlos en Tenochtitlán.

A Moctezuma no le quedaba elección: o aceptaba a los españoles o sucumbía. Cortés se dispuso a entrar en la capital y culminar su conquista. Tenochtitlán era grandiosa. Los españoles no se habían encontrado en América nada parecido, ni se lo volverían a encontrar. Estaba enclavada en una isla del lago Texcoco. Albergaba no menos de 200.000 habitantes, en una época en la que Sevilla, la ciudad más poblada de España, llegaba rabiando a los 60.000. Sólo el centro ceremonial contaba con 100.000 metros cuadrados de templos y palacios. Sus habitantes se movían por anchas avenidas y una soberbia red de canales, digna de la Venecia barroca. Pues bien, todo eso, el 8 de noviembre de 1519, un hidalgo de Medellín, trotamundos y ambicioso, lo hizo suyo.Moctezuma recibió a Hernán Cortés acongojado. Los teules (dioses) por fin estaban en Tenochtitlán, habían vuelto. Cortés se bajó ceremonioso del caballo, tomó posesión de la ciudad en nombre de Carlos I, otro emperador –que se encontraba a miles de kilómetros, ajeno a todo el cotarro–, y a Moctezuma le puso al cuello un collar de cuentas de vidrio, baratija que, curiosamente, fue más útil para conquistar América que los cañones. Se alojaron en un palacio, el de Axayacátl, rodeados de lujos, viandas y un harén de serviciales mexicas para cada uno. El paraíso en la tierra. Por si las moscas, tomaron a Moctezuma como rehén: después de lo visto, de los aztecas no había quien se fiase. En Tenochtitlán, Alvarado, que no tenía ni la mitad de talento que su jefe, temiendo una rebelión de los aztecas desató una matanza de aristócratas. Hernán Cortés aceleró el paso para regresar y serenar los ánimos, pero ya era tarde. El pueblo, indignado, se concentró frente al palacio, a cuyo balcón salió Moctezuma para calmar a la plebe. Al verle, Cuatemoc, sobrino del tatloani, lanzó una pedrada con tanta fuerza que le descalabró.

1 comentario:

Gabriela Plaza .R. dijo...

Me gusto mucho lo que se explica aquí sobre los Aztecas... La verdad es que siempre tuve dudas sobre el tema y ahora me quedo un poco más claro! Les deseo lo mejor porque es un muy buen trabajo. Saludos de sus compañeras.

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